“El justo vivirá por la fe”
“El Señor no nos dio un espíritu de timidez
sino de fortaleza” (2 Tm). ¿Dónde se sustenta ese espíritu? Nos responde la
carta a los Hebreos: “Mi justo vivirá por la fe; mas, si es cobarde, mi
alma no se complacerá en él. Pero nosotros no somos cobardes para
perdición, sino hombres de fe para la salvación del alma” (10, 38-39). El
espíritu de fortaleza le viene al cristiano de la fe, de su plena confianza
en Dios.
Esto es en síntesis lo que nos vienen a decir las dos primeras lecturas. El
evangelio retoma el tema desarrollando las implicaciones que comporta la fe
dentro del dinamismo de la vida cristiana. La fe entraña un estilo de vida
que no encaja con la actitud pasiva de quien espera que todo le llegue de
lo alto. El don gratuito de la fe se hace operativo en la versión radical y
generosa del perdón y del servicio humilde y desinteresado al prójimo:
“solo hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Así es la historia de Dios con el hombre. Los mandamientos del Sinaí no se
entienden sin la experiencia previa de la gran liberación ofrecida por
Yahvé a su pueblo; el Sermón del Monte viene precedido a su vez por la
gozosa proclamación de las Bienaventuranzas, tarjeta de presentación de
Jesús. El verdadero creyente no puede menos que corresponder
agradecidamente, con frutos de buenas obras, a la dadivosa e irrenunciable
iniciativa de Dios en Cristo Jesús.
Lectura del Profeta Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
¿Hasta cuándo
clamaré, Señor,
sin que me escuches?
¿Te gritaré «Violencia»,
sin que me salves ?
¿Por qué me haces ver desgracias,
me muestras trabajos, violencias y catástrofes,
surgen luchas, se alzan contiendas?
El Señor me respondió así:
Escribe la visión, grábala en tablillas,
de modo que se lea de corrido.
La visión espera su momento,
se acerca su término y no fallará;
si tarda, espera,
porque ha de llegar sin retrasarse.
El injusto tiene el alma hinchada,
pero el justo vivirá por su fe.
Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9 R. Escucharemos tu voz,
Señor.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R.
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo
a Timoteo 1, 6-8. 13-14
Querido
hermano:
Aviva el fuego de la gracia de Dios
que recibiste cuando te impuse las manos;
porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde,
sino un espíritu de energía, amor y buen juicio.
No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor
y por mí, su prisionero.
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio
según las fuerzas que Dios te dé.
Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas,
y vive con fe y amor cristiano.
Guarda este tesoro
con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17,
5-10
En aquel
tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
–Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
«Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando
vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la
mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo;
y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado
porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo
mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
Está
viendo el comentario bíblico de: Fray Miguel de Burgos Núñez
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La fe como don y gracia
Iª Lectura: Habacuc (1,2-3; 2,2-4): El justo
vivirá por su fe
I.1. La primera lectura de
este domingo está tomada del profeta Habacuc (1,2-3;2,2-4). Es una lectura
reconstruida sobre el texto del profeta en la que aparece primeramente una
lamentación, una queja por la opresión y la violación del derecho en Judá.
Habacuc es un profeta de los siglos VII-VI a. C. Pero es un profeta que no
habla al pueblo, sino que habla con Dios; le pregunta, le interpela ante lo
que ven sus ojos. Así es todo el libro. ¿Hay respuestas para el hombre de
Dios que quiere defender los valores radicales de la vida? La respuesta de
Dios, según la experiencia teológica y espiritual del profeta, el hombre de
Dios, es que, quien sepa mantenerse fiel en medio de la injusticia y la
violación de los derechos, vivirá. La promesa de vida es la síntesis más
completa de toda la predicación del profeta. Es una promesa a Israel, pero es
una promesa que incumbe a todos los cristianos: el mal nunca se apoderará
de la historia definitivamente.
I.2. El texto de Hab 2,4 tendrá un carácter germinal en el planteamiento
decisivo de la teología paulina, tanto en Gal 3,11, como en Rom 1,17 cuando
se enuncia el tema que ha de desarrollar en toda la epístola: el evangelio
de la salvación por la fe y no por las obras. La fe en la Biblia (emunah)
no es defender una doctrina, sino tener una experiencia radical de
“confianza” en Dios. Eso es lo que propone el profeta, y en ese sentido es
como lo entendió Pablo para lanzar al judaísmo o al judeo-cristianismo de
su tiempo el reto que habría de darle la identidad religiosa verdadera.
IIª Lectura: IIª Timoteo (1,6-14): El depósito
evangélico de la libertad
La segunda lectura de este
domingo es el comienzo de la 2ª carta a Timoteo en la que se ponen de
manifiesto los elementos pastorales del que, según la tradición, ha
recibido el encargo de Pablo para dirigir una comunidad cristiana. Se habla
del don de Dios que ha recibido, y que nos es un don para temer, sino para
luchar con fuerza y energía por los valores del evangelio frente a este
mundo. Defender los valores éticos en nombre del Señor Jesús debe ser una
tarea decisiva para quien es responsable de una comunidad cristiana. Existe
un “depósito de la fe”. Ese depósito, no obstante, no es una doctrina
extraña al Evangelio; es el Evangelio de Jesucristo liberador. Es eso lo
que hay que defender con energía frente a otros evangelios mundanos que no
liberan.
Evangelio: Lucas (17,5-10): La fe, reto de la
“confianza” en Dios
III.1. El evangelio de este
domingo se toma de Lucas: un conjunto literario con dos partes: 1) el
diálogo sobre la petición de los apóstoles para que aumente la fe de los
mismos y la comparación con un pequeño grano de mostaza; 2) la parábola del
siervo inútil. Lo primero que debemos considerar en este aspecto es que la
fe no es una experiencia que se pueda medir en cantidad, en todo caso en
calidad. La fe es el misterio por el que nos fiamos de Dios como Padre, ahí
está la calidad de la fe; ponemos nuestra vida en sus manos sencillamente
porque su palabra, revelada en Jesús y en su evangelio, llena el corazón.
Por eso, la fe se la compara aquí con un grano de mostaza, pequeño, muy
pequeño, porque en esa pequeñez hay mucha calidad en la que puede
encerrarse, sin duda, el fiarse verdaderamente de Dios. Puede que
objetivamente no se presenten razones evidentes para ello. No es que la fe
sea ilógica, o simplemente ciega, es una opción inquebrantable de
confianza. Es como el que ama, que no puede explicarse muchas veces por qué
se ama a alguien. Por tanto, existe una razón secreta que nos impulsa a
amar, como a creer.
III.2. La fe que mueve montañas debe cambiar muchas cosas. La comparación
del que, por la fe, arranca una morera o un sicómoro y lo planta en el mar,
da que pensar. ¿Qué sentido puede tener? Un sicómoro no puede crecer en el
mar. En realidad es un símbolo de Israel y este no es un pueblo del mar; no
hay tradición de ello. La frondosidad que tiene, como la de la higuera que
protege con su sombra, es como un reto: son árboles de secano, de estío,
protectores… pero no pueden estar en el mar, se pudrirían. Es un imposible,
como un “imposible” es el misterio de la fe, de la confianza en Dios. Cuando
todo está perdido, cuando lo imposible nos avasalla, “confiar en Dios” pone
en entredicho una religiosidad de oropel, de cosas, de ritos, de
ceremonias, de purificación. La fe es algo del corazón, donde está la sede
de lo mejor y de lo peor en la Biblia. Por ello, tener fe, confianza
(emunah), y pensar que una morera puede ser trasladada al mar y crecer allí
es poner en entredicho la religión vacía. Sin la fe, la religión no lleva a
ninguna parte. Y muy frecuentemente sucede que se tiene “una religión”, pero
en ella no habita la fe.
III.3. La parábola conocida como del “siervo inútil” no es una narración
absurda. No es propiamente la parábola del siervo inútil, porque no es ese
su sentido, sino del que acepta simplemente en su vida que es un siervo y
no pretende otra cosa. El amo que llega cansado del trabajo es servido por
su criado; el criado tiene la conciencia de haber cumplido su oficio; esas
eran las reglas de contratación social. ¿Qué sentido puede tener esto en el
planteamiento de la fe y la recompensa? No podemos aplicar aquí la lógica
reivindicativamente social de que el patrón y el siervo no pueden
relacionarse tal como se propone en esta lectura. El juicio moral sobre la
servitud o la misma esclavitud de aquellos tiempos, está demás a la hora de
la interpretación. Se parte de la costumbre de aquella época para mostrar
que el siervo, lo que tenía que hacer era servir (se usa el verbo
diakoneô), porque era su oficio, y el amo ser servido.
III.4. Jesús quería partir de esta experiencia cotidiana para mostrar al
final algo inusual: por ello, la vida cristiana no se puede plantear con
afán de recompensa; no podemos servir a Dios y seguir a Jesús por lo que
podamos conseguir, sino que debemos hacernos un planteamiento de gracia. El
buen discípulo se fía de Jesús y de su Dios. Cuando se da esa razón secreta
para seguir a Jesús, no se vive pendiente de recompensas; se hace lo que se
debe hacer y entonces se es feliz en ello. Existe, sin duda, la secreta
esperanza e incluso la promesa de que Dios nos sentará a su mesa (símbolo
de compartir sus dones), pero sin que tengamos que presentar méritos; sin
que sea un salario que se nos paga, sino por pura gracia, por puro amor.
Así es como Lucas ha entendido este conjunto en que pone en conexión el
diálogo sobre la fe con la parábola del siervo (que no es inútil). Con Dios
no vale do ut des, sino lo que cuenta es abrirse a Él como lo que somos y
con lo que somos… y se nos invita, por gracia, a sentarnos a su mesa, lo
que no ocurre precisamente en las relaciones sociales de este mundo de
clases.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y D
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