Escritura:
Hechos 2, 1-11; 1 Corintios 12, 3-7.12-13;
Juan 20, 19-23 |
SECUENCIA
Ven, Espíritu divino,
Manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
Don, en tus dones espléndido;
Luz que penetras las almas;
Fuente del mayor consuelo.
Manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
Don, en tus dones espléndido;
Luz que penetras las almas;
Fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
Descanso de nuestro esfuerzo,
Tregua en el duro trabajo,
Brisa en las horas de fuego,
Gozo que enjuga las lágrimas
Y reconforta en los duelos.
Descanso de nuestro esfuerzo,
Tregua en el duro trabajo,
Brisa en las horas de fuego,
Gozo que enjuga las lágrimas
Y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
Divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
Si tú le faltas por dentro;
Mira el poder del pecado
Cuando no envías tu aliento.
Divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
Si tú le faltas por dentro;
Mira el poder del pecado
Cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
Sana el corazón enfermo,
Lava las manchas, infunde
Calor de vida en el hielo,
Doma el espíritu indómito,
Guía al que tuerce el sendero.
Sana el corazón enfermo,
Lava las manchas, infunde
Calor de vida en el hielo,
Doma el espíritu indómito,
Guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
Según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
Dale al esfuerzo su mérito;
Salva al que busca salvarse
Y danos tu gozo eterno. Amén
Según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
Dale al esfuerzo su mérito;
Salva al que busca salvarse
Y danos tu gozo eterno. Amén
EVANGELIO
Al anochecer de aquel día, el día
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas
por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a
vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
HOMILÍA 1
Estaba yo un día sentado cerca
del monte Toranzo, a la orilla del río Araviana, saqué del agua una piedra
hermosa, dura, redonda y la rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta
piedra llevaba años dentro del agua, pero el agua no había penetrado en ella.
Lo mismo ocurre con nosotros los cristianos de
Nuestra Señora del Pilar. Siempre inmersos en el Espíritu pero, tal vez, por
dentro secos.
Hoy es Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo.
El Espíritu es el protagonista silencioso pero eficaz de toda la
historia de la salvación. Desde la primera página de la Biblia hasta la última
el Espíritu Santo lo llena todo, lo penetra todo, lo invade todo. El Espíritu
es el maestro interior, el maestro del corazón.
Pentecostés, fiesta del Espíritu, ¿y dónde
estaríamos nosotros sin el Espíritu?
Pentecostés, día del nacimiento de la Iglesia, ¿y
dónde estaríamos nosotros sin el Espíritu?
Pentecostés, la fiesta de los creyentes, ¿y cómo
creeríamos en Jesucristo sin la presencia del Espíritu en nosotros?
"Cuando llegó Pentecostés estaban todos
reunido en un mismo lugar".
Con las puertas cerradas. Tenían miedo. Oraban. Se
sentían solos.
Esperaban la visita del Espíritu.
"Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y
les dijo: Recibid el Espíritu Santo".
Se abrieron las puertas y sus bocas para hablar de
Jesús.
Ese día Jerusalén presenció la primera y más
gloriosa manifestación de su historia.
Pentecostés no es la voz del hombre sino la fuerza
del Espíritu.
No es el testimonio del hombre sino el testimonio
del Espíritu a favor de Jesús.
Pentecostés, fuego que quema lo viejo y nos hace
nacer a lo nuevo.
Pentecostés, viento huracanado que se lleva lo
viejo y nos visita con lo nuevo, la vida y la gracia de Dios.
El Pentecostés de los apóstoles lo hemos escuchado
muchas veces. Ellos lo vivieron en plenitud y gracias a ellos nosotros lo
vivimos también hoy.
Hoy, es nuestro Pentecostés.
Reunidos para que el Espíritu Santo abra nuestras
puertas cerradas, abra las prisiones que nosotros hemos hecho. Tú eres una
prisión y el carcelero que guarda las ofensas que no puedes perdonar, los
miedos que no puedes vencer, los ídolos y supersticiones que nos quieres botar,
la carne, prisión secreta en la que vives a gusto. Tú, el carcelero de tus
propias debilidades.
Hoy, recibimos el Espíritu de Jesús para abrir la
puerta y llenarnos del viento fresco y del fuego que quema todo lo que
guardamos en nuestra cárcel.
1.
Recibir el Espíritu Santo es tener poder para
perdonar. La presencia del Espíritu en nosotros es poder de perdonar. Él quema
mis pecados y en esta limpieza puedo hacer lo mismo.
2.
Recibir el Espíritu Santo es tener poder para
cantar las hazañas de Dios. El nos da la valentía y nos enseña el mensaje. No
tenemos que inventar nada.
3.
Recibir el Espíritu Santo es vivir la unidad. Nos
necesitamos los unos a los otros porque nadie tiene todos los dones del
Espíritu.
4.
Recibir el Espíritu Santo es dejarse conducir por
Él.
5.
Recibir el Espíritu Santo es ser instrumentos
suyos.
HOMILÍA 2
Un feligrés le preguntó a su
pastor: ¿Qué puedo hacer para llegar a Dios?
Y el pastor, a su vez, le preguntó: ¿Puedes hacer
algo para que salga el sol cada mañana?
Indignado el feligrés le contestó: ¿A qué vienen,
entonces, tantas prédicas y tanta insistencia en la oración?
Para que estés despierto cuando sale el sol.
Hoy, Fiesta de Pentecostés, Fiesta del Espíritu
Santo, Fiesta del nacimiento de la Iglesia de Jesús, la comunidad del Pilar
está invitada:
- no a llegar a Dios, sino a dejar que Dios llegue a nosotros.
- no a manipular el Espíritu Santo sino a estar despiertos para recibirlo.
- no a inventar nuevos métodos de oración sino a dejar que el Espíritu nos mueva y enseñe a vivir como Jesús.
- no a ser los relaciones públicas del Espíritu Santo sino a ser personas que manifiestan el Espíritu.
En este mundo en que hay tantas iglesias como bares
y todo tipo de predicadores, hay gente que pregunta : ¿quién me
garantiza que estoy en la verdadera iglesia?
La Palabra de Dios, de mil maneras, nos dice que el
Espíritu Santo es el origen y el vínculo que une a Jesús con su Iglesia.
Cuando Jesús nace en Belén es por obra del
Espíritu, y cuando la Iglesia nace en Jerusalén es por obra del Espíritu:
"todos reunidos en un lugar y todos fueron llenos del Espíritu
Santo".
Cuando Jesús inicia su ministerio es bajo el poder
del Espíritu en su bautismo.
Cuando Jesús recorre el país anunciando el Reino de
Dios, es guiado por el Espíritu.
Cuando los Apóstoles se abren a los gentiles, son
guiados por el poder del Espíritu.
La historia de la Iglesia desde hace dos mil años
no es la historia de los hombres, sino la historia que el Espíritu Santo ha
escrito a través de unos hombres que se dejaron guiar por el Espíritu.
La Iglesia de Jesús, la iglesia católica, fue, es y
será edificada por el mejor arquitecto, el Espíritu
Santo. Este arquitecto necesita muchos colaboradores y estos somos nosotros
pero tenemos que conocer los planos y obedecer al arquitecto. No podemos
edificar a nuestro antojo, sería otra iglesia y así surgen tantas iglesias como
modas de ropas.
Pentecostés es el día en que el Espíritu Santo,
como arquitecto del Padre, pone la primera piedra de la iglesia; pone su fuego
en los apóstoles para que actúen y salgan de su encierro; pone su color rojo
para simbolizar la pasión que sienten por el Reino de Dios, por la obra de su
Maestro Jesús, y pone una lengua común, la misericordia y el amor.
El Espíritu Santo, el arquitecto del Padre, este
día edifica, no una torre de Babel que es orgullo, ambición, confusión y obra
humana, sino una iglesia, una comunidad en la que todos tienen el mismo fuego,
el mismo Espíritu y todos hablan la misma lengua y todos quieren construir la
casa de Dios. La Iglesia es obra del Espíritu y por eso perdura y todo lo que
es obra humana es quemado y destruido.
Todos reunidos en el mismo lugar.
Todos llenos del mismo Espíritu.
Todos hablando la misma lengua.
Todos unidos entorno al mismo Señor.
Todos nacidos por obra del mismo Espíritu.
Todos viviendo la vida loca del Espíritu.
San Pablo, hombre del Espíritu, nos recuerda que el
Espíritu distribuye dones diferentes a
cada unos de sus servidores.
Los dones que el Espíritu nos da no son para
nuestro lucimiento sino para el bien de todos, para la edificación de toda la
iglesia.
La Iglesia nunca estará terminada si nosotros
enterramos nuestros dones…y si no colaboramos con el arquitecto.
En New Port, Rode Island, está la comunidad de las
Hermanas de Jesús Crucificado en la que cada hermana tiene un problema físico:
la superiora es ciega, otras son sordas, otras parapléjicas… y cada Hermana
edifica la comunidad desde su capacidad y recibe ayuda en su necesidad. La que
ve guía a la ciega, las que pueden caminar llevan a las que no pueden, la que
oye explica a la sorda… El defecto físico es un don, signo de la necesidad que
tenemos de los demás.
La vida del Espíritu fluye en la comunidad porque
nadie puede gloriarse de ser perfecto, nadie puede gloriarse de no necesitar a
nadie.
Todos nos necesitamos. Todos necesitamos del
Espíritu.
Hoy, Fiesta de Pentecostés, todos
podemos recibir el regalo de Jesús: El Espíritu Santo.
Para perdonar, alabar, pertenecer, hablar el idioma
de Dios, congregar y revelar las mil caras de Dios.
"Sin el Espíritu, Dios queda lejos, Cristo
permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia pura
organización, la autoridad tiranía, la misión propaganda, el culto mero
recuerdo y la praxis cristiana una moral de esclavos. "
"La mayoría de las fiestas cristianas han
caído en manos de los intereses seculares. Navidad es ahora la fiesta de los
regalos y comidas de compañeros de trabajo…
Pascua tiene sus héroes en los huevos de pascua,
chocolates, monas.
La Iglesia ya no tiene el control del significado
de esas fiestas: la del nacimiento y resurrección de Jesús. Pero el mundo y los
grandes almacenes no sabrían qué hacer con la Fiesta de Pentecostés. El
Espíritu Santo no se puede comercializar. Y deberíamos considerarla como la
única fiesta cristiana".
HOMILÍA3
Cuentan que un domingo la madre
de Goyo entró en su habitación y le gritó: "Goyo, es domingo. Es hora de
levantarse. Es hora de ir a la iglesia".
Goyo, medio dormido y de mal
humor, le contestó: "No tengo ganas de ir. Hoy me quedo en la cama".
"¿Qué es eso de que no
quieres ir? Vamos, date prisa", le volvió a gritar su madre.
"No quiero ir. No me gusta
la gente que viene a la iglesia y, además, yo no les caigo nada bien".
"No digas tonterías, hijo.
Déjame que te dé dos razones por las que tienes que ir. La primera es que ya
tienes 40 años y la segunda, no lo olvides, es que tú eres el párroco".
Los apóstoles, a pesar del
mandato del Señor, "Id y predicad el evangelio"…, tan pronto como se
ven solos se esconden y encierran en el cenáculo. Son unos cobardes. Saben que no les
caen nada bien a sus compatriotas y saben que el mensaje de la Resurrección,
difícil de entender, va a ser rechazado por la gente.
Saben que predicar el Dios de
Jesucristo a los que lo han crucificado es altamente peligroso.
Saben que el nuevo espejo
religioso en el que hay que mirarse distorsiona la imagen del pasado y abre a
nuevas vistas.
Y los apóstoles de ayer como los
de hoy ante el vértigo de la indiferencia y, a veces, de la hostilidad e
incomprensión optamos por ocultarnos tras las sábanas de nuestros reductos.
Por eso hubo un Pentecostés. Por
eso siempre es Pentecostés. Sin la presencia del Espíritu que entra en la
habitación de nuestro corazón seguiríamos dormidos y la iglesia encerrada en su
cenáculo y en sus sacristías.
La historia de la Torre de Babel
leída a la luz de Pentecostés es una historia de bendición y de salvación.
Aquellos hombres se sentían
seguros y unidos dentro de sus muros.
La confusión, creada por el
Espíritu, les fuerza a salir y a dispersarse para ser uno en la multiplicidad
de las lenguas y uno en la diversidad de la geografía humana.
No fue un castigo de Dios sino la
estrategia divina para que aquellos hombres alcanzaran todo su potencial humano
y religioso.
Pentecostés es pasar de la
seguridad del cenáculo, Torre de Babel, a la multiplicidad de lugares y de
lenguas para que en todo el mundo y en todas las lenguas de la tierra sea
proclamado el evangelio con la fuerza del Espíritu que sopla donde quiere.
El don del Espíritu Santo es lo
que posibilita a la iglesia dejar de ser algo local, Jerusalén, para
convertirse en algo global, universal.
Las razas y diferencias ante el
mensaje de la Resurrección se hacen irrelevantes. Y Pentecostés es el signo y
el sello que lo demuestran.
Ahora nos queda el Espíritu Santo
que es el sustituto de Jesús en su ausencia.
"Cuando se rompe un frasco
de perfume, su olor se difunde por todas partes, al romperse el cuerpo de
Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras vivía poseía en exclusiva, se
derramó en los corazones de todos". San Hipólito
"Sin el Espíritu Santo,
§
Dios queda lejos,
§
Cristo permanece en el pasado,
§
el evangelio es letra muerta,
§
la iglesia, pura organización,
§
la autoridad, tiranía,
§
la misión, propaganda,
§
el culto, mero recuerdo,
§
el obrar cristiano, es moral de esclavos".
Sólo la presencia y poder del Espíritu
Santo puede vivificar, dinamizar, liberar y divinizar todo el hacer eclesial y
humano.
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